Los trastornos del humor son ya un problema de primera magnitud en la población mayor de 65 años. La depresión en el anciano, con sus características especiales, muestra su cruel rostro, cada vez con más presencia, en las consultas médicas. Es una causa importante de ingreso hospitalario y de institucionalización del anciano.
La vejez puede ser la época de mayor fragilidad afectiva en el ser humano. A los cambios neurobiológicos que con frecuencia acompañan al envejecimiento cerebral, se suma que con el paso de la vida acontecen y, sobre todo, se acumulan, numerosas e importantes pérdidas que van a afectar al individuo mayor, no sólo a sus emociones sino también a su condición física y a su situación social. El anciano debe adaptarse progresivamente a la pérdida del rol laboral con la llegada de la jubilación, muchas veces acompañada de pérdidas económicas. Se impone, al mismo tiempo, un cambio en el rol familiar pasando de padres y cabezas de familia al papel de abuelos, generalmente con menor participación autónoma en la dinámica familiar. Estas pérdidas incluyen, por supuesto, duelos frecuentes por amigos, seres queridos, en ocasiones muy dolorosos como la sobrevivencia a los hijos o la viudedad-soledad de los más longevos.
La pérdida de la salud es un factor de riesgo asociado a depresión en el anciano y en un importante porcentaje de casos los síntomas depresivos aparecen después de una enfermedad grave. Una de las enfermedades más frecuentes asociadas con la depresión en el anciano es el accidente cerebrovascular (ACV). Otros ejemplos son la enfermedad de Parkinson y la enfermedad de Alzheimer, en las que un 50 y un 35% respectivamente de los pacientes diagnosticados pueden desarrollar depresión clínica en algún momento de la enfermedad. La incapacidad física asociada y la dependencia de terceros, junto con la falta de soporte social, son factores de riesgo demostrado de claudicación emocional e inicio de enfermedad depresiva.
Además de todos estos factores, existe una larga lista de fármacos, alguno de ellos de uso muy frecuente en ancianos, que pueden inducir síntomas depresivos y que deben ser valorados convenientemente al inicio de este síndrome.
La depresión no es solo “estar triste” sino que es una alteración del humor en el que la tristeza es patológica, desproporcionada, profunda, abarcando la totalidad del ser. El paciente deprimido pierde el interés e incluso la ilusión de vivir, sintiéndose incapaz de realizar sus actividades previas. Junto a la tristeza aparecen otra serie de síntomas, como alteraciones del sueño, del apetito, síntomas somáticos y alteraciones del contenido del pensamiento que complican más la vida del paciente deprimido, interfiriendo gravemente en la calidad de la misma. De esta forma, tanto cuidadores como familiares, deben estar siempre atentos para prevenir o poner solución antes de que se desarrolle una situación grave.
Para prevenir la depresión es muy importante ir preparándose para el cambio que pueden suponer en la vida la jubilación o el abandono del hogar antes de que ocurran. Además, es muy importante mantener el cuerpo y la mente activos, mediante ejercicios recomendados para esta edad, practicando el envejecimiento activo.
¿Cómo se trata la depresión en personas mayores?
Ante la sospecha de que una persona mayor tiene depresión, lo primero que hay que hacer es consultar a un profesional médico, ya que puede haber otros factores que causen síntomas parecidos a los de la depresión y no sepamos identificarlos.
La depresión puede tratarse con medicamentos antidepresivos y terapia, aunque cada persona debe ser diagnosticada y recetada individualmente, ya que además, esos medicamentos variarán en función de otros tratamientos que esté tomando por otros motivos. Además, la medicación debe estar muy regulada, motivo por el que en una residencia para mayores estos tratamientos se siguen al pie de la letra.
En caso de duda, en Manises (Valencia), los casos de depresión u otro tipo de problemas en personas mayores pueden encontrar una respuesta en el sector solidario.